Enfrentarse a un diagnóstico de cáncer es una de las situaciones más difíciles, estresantes y temidas en la sociedad actual. Pocas enfermedades originan tantos problemas psicológicos. Esto es así porque en el cáncer se dan una serie de circunstancias que, por sí mismas, son generadoras de malestar psicológico: su cronicidad, la incertidumbre ante su evolución, los efectos secundarios de los tratamientos y el significado social de la palabra cáncer. El foco de interés de la Psicooncología está dirigido a estudiar los distintos modos de afrontamiento y las estrategias terapéuticas más útiles para mejorar la calidad de vida del paciente.
Trabajamos desde la necesidad de la intervención psicológica en los diferentes momentos de la enfermedad. Utilizamos variados instrumentos terapéuticos para la asistencia psicológica a los enfermos y sus familiares, en las distintas fases de la enfermedad, para lograr una mayor calidad de vida.
¿Por qué es importante recibir apoyo psicooncológico?
La enfermedad es un hecho y una experiencia fundamental en la vida humana. Todas las personas estamos más o menos afectadas por la enfermedad, bien como una amenaza potencial que todos tenemos, como una realidad que nos ha tocado vivir, o bien como el sufrimiento en personas próximas a nosotros (familiares, amigos).
La enfermedad, cuando es amenazante, supone una ruptura del mundo interior de la persona, en el sentido de que provoca la experiencia de la propia limitación e interrumpe la realización del proyecto personal de la existencia humana. Enfermar, de alguna forma, conlleva enfrentarse a un mundo hasta ahora desconocido y en muchas ocasiones negado.
El cáncer es una de las enfermedades más importantes de nuestra época, tanto por su elevada incidencia como por las consecuencias del mismo, constituyendo uno de los problemas de salud más importantes de nuestro siglo. En los países occidentales, el cáncer es una de las tres causas más importantes de mortalidad junto a las enfermedades cardíacas y los accidentes de tráfico.
Ser diagnosticado de cáncer es una de las situaciones más estresante y temida en la sociedad actual. Es una de las enfermedades que más problemas psicológicos causa en la persona que lo padece. En el cáncer se dan una serie de circunstancias que son fuente de malestar psicológico: su naturaleza crónica, la incertidumbre ante su evolución, los efectos secundarios de los tratamientos que habitualmente se utilizan para su control y el significado social de la palabra cáncer.
Ante la cronicidad la persona tiene que “aprender” a convivir con la enfermedad, modificando sus esquemas habituales de funcionamiento y poniendo en marcha sus recursos de afrontamiento. El ser una enfermedad cuya etiología y evolución se desconoce trae consigo la incertidumbre como dato de realidad y será origen de la mayoría de las alteraciones emocionales que el enfermo de cáncer va a sentir. Los tratamientos habitualmente utilizados para el control del cáncer (cirugía, radioterapia, quimioterapia, trasplante de médula ósea…) tienen unos efectos secundarios que no sólo afectan físicamente a la persona, sino también, y de forma muy importante, social y psicológicamente.
A todo lo anterior se añade el significado social de la palabra cáncer. Si preguntamos a cualquier persona qué significa la palabra cáncer, la mayoría nos dirán que dolor, muerte, desfiguración, miedo, desesperanza, incertidumbre, incapacidad y alteración de la vida cotidiana. Lo que está en la base de todo ello es que el cáncer es percibido como una enfermedad dolorosa, insidiosa, que puede deteriorar a la persona y conducirla a la muerte. Tiene el peso de ser un estigma social. Todo ello hace que nos encontremos ante una persona que se halla en una situación muy difícil, dolorosa, que tiene que hacer frente a múltiples miedos y temores y cuya calidad de vida está muy disminuida. La forma en que la persona hace frente a la enfermedad depende de la conciencia que tiene de la misma, de su historia personal, del significado que le dé, de las consecuencias que de ella se derivan y, sobre todo, de los recursos de afrontamiento que pueda poner en marcha ante la situación que le está tocando vivir.
El interés por conectar los aspectos médicos con los psicológicos ha llevado a la aparición de la Psicooncología, disciplina que estudia la relación entre procesos psicológicos y patología neoplásica, así como la utilidad de las intervenciones psicológicas para tratar la problemática asociada al diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad. Su foco de interés está dirigido a estudiar los distintos modos de afrontamiento y las estrategias terapéuticas más útiles para mejorar la calidad de vida de la persona con cáncer.
REPERCUSIÓN PSICOSOCIAL DE LA ENFERMEDAD
La enfermedad oncológica se caracteriza por ser un proceso dilatado en el tiempo, en el que la persona tiene que enfrentarse a múltiples situaciones estresantes, que comienzan cuando se presentan los primeros síntomas y el miedo a que el diagnóstico se confirme y, posteriormente, la asunción del mismo. Continúa con la preocupación y los temores que despiertan los distintos tratamientos que vaya a recibir y a sus efectos secundarios con la consiguiente disminución de la calidad de vida.
A la finalización de los mismos, algunos pacientes presentarán remisión de la enfermedad, siendo sólo necesarias revisiones periódicas. Tiempo éste caracterizado por la incertidumbre y el miedo a que la enfermedad vuelva a aparecer. En otros casos, la enfermedad puede aparecer de nuevo, fase conocida como recidiva o recurrencia, que supone poner en marcha de nuevo los diferentes tratamientos. Es éste uno de los momentos más difíciles tanto a nivel físico como emocional. Si la enfermedad no puede controlarse y avanza, se llegará a la fase terminal de la misma, momento en el que los Cuidados Paliativos tienen un papel primordial.
Las diferentes fases de la enfermedad oncológica son las siguientes: Diagnóstico La confirmación de un diagnóstico de cáncer supone un gran impacto emocional que genera reacciones de miedo, ansiedad, incertidumbre, tristeza, rabia… siendo uno de los momentos de mayor tensión.
La persona tiene que enfrentarse a la certidumbre de la enfermedad y a la incertidumbre de su evolución. También a la vulnerabilidad –“esto me está pasando a mí”– y, sobre todo, a pensar en la muerte como algo más cercano y real.
Surgen interrogantes: “¿por qué a mí?”, “¿qué he hecho?”, “¿por qué ahora?”, que no tienen una clara respuesta y a veces ninguna.
En estos casos desarrollamos nuestra intervención psicoterapéutica con los siguientes objetivos:
Brindar una atención individualizada como familiar y cuidador principal.
Favorecer la expresión de sentimientos, miedos y ansiedades.
Detectar y evaluar factores de vulnerabilidad que pueden interferir en el proceso de adaptación a la enfermedad.
Identificar reacciones esperables y reducir la ansiedad, los síntomas depresivos y las reacciones emocionales “desadaptativas”.
Promover el familiar (y en el paciente por medio del familiar) un sentido de control personal y participación activa en la toma de decisiones fomentando las habilidades de comunicació
Dotar al familiar (y al paciente por medio del familiar) de estrategias para hacer frente al estré
Ofrecer herramientas para facilitar la relación intrafamiliar y con los profesionales intervinientes.
Ofrecer un seguimiento individual o planificar estrategias psicoterapé
Tratamiento Como ya se mencionó, los tratamientos que habitualmente se utilizan en el control del cáncer: cirugía, radioterapia, quimioterapia, trasplante de médula ósea, entre otros, son agresivos, con múltiples efectos secundarios que en muchas ocasiones son difíciles de entender por el paciente puesto que a corto plazo experimenta un empeoramiento de su estado físico y emocional en lugar de una mejoría, sin la seguridad de obtener una curación total, solo con la esperanza de controlar la enfermedad.
Reacciones de ansiedad, miedo, pérdida de control, indefensión, sentimientos de inutilidad son habituales durante esta fase. Dichos efectos secundarios varían de una persona a otra, dependiendo de las características del fármaco y de las de personalidad del enfermo. Señalaremos brevemente los aspectos más importantes de estos tratamientos para poder entender sus consecuencias y las alteraciones que producen.
– Cirugía. Es un fuerte estresor en sí misma, por el miedo a la anestesia, al dolor y, sobre todo, por sus consecuencias. Dependiendo de su localización, puede representar la pérdida de una función, de un órgano o de un miembro. Ejemplo de ello lo encontramos en la pérdida del habla como consecuencia de una laringuectomía; de la función normal del intestino después de una colostomía y la pérdida de algún miembro a causa de una amputación. La pérdida de la mama en la mujer afecta tanto por lo que se refiere a su imagen corporal como a su femineidad.
– Radioterapia. El contacto con una máquina y el temor a los fallos técnicos pueden ocasionar reacciones emocionales de carácter ansioso, en algunos casos fóbicos, acompañadas de sentimiento de miedo.
– Quimioterapia. Por todos sus efectos secundarios: alopecia, náuseas y vómitos, fatiga, neuropatías, etc., es normalmente mal tolerada física y psicológicamente. Los pacientes presentan síntomas de ansiedad, depresión, baja autoestima, dificultad de concentración, entre otros.
En este período se persiguen los siguientes objetivos:
Facilitar la adaptación a la enfermedad durante el proceso de tratamiento biomé
Fomentar estilos de afrontamiento activos.
Facilitar la adhesión terapéutica a los tratamientos médicos.
Paliar los efectos secundarios negativos asociados a algunas de las técnicas y procedimientos terapé
Brindar orientación y Psico-profilaxis quirúrgica en el caso de que la indicación fuera cirugía, para reducir la ansiedad frente a la misma.
Dotar al paciente de estrategias para afrontar los miedos y ansiedades relacionados con los distintos tratamientos (quimioterapia, radioterapia, hormonoterapia, etc.) y la incertidumbre frente a los resultados de las pruebas que determinaran el diagnóstico de extensió
Facilitar el manejo de reacciones asociadas y condicionadas a los efectos de los tratamientos: ansiedad, náuseas y vómitos anticipatorios, fobias a los aparatos, etc.
Dotar al paciente de estrategias que le permitieran el control del dolor agudo asociado a procedimientos diagnósticos y dolor crónico característico de la patologí
Orientar frente a la aparición de síntomas que angustiaran al paciente y a su familia (como efecto secundario a los principales tratamientos o por la propia patología).
Informar y orientar acerca de disfunciones sexuales que aparecían durante los tratamientos, brindando estrategias que favorecían la expresión sexual e í
Remisión Cuando los tratamientos han finalizado y no hay evidencia de enfermedad es el período considerado como de remisión o período libre de enfermedad.
A nivel físico comienza la recuperación. Ésta no siempre es entendida por el paciente y familiares que piensan que, una vez finalizados los tratamientos, de forma inmediata se van a sentir bien, “como antes”, y esto no es así: es una recuperación poco a poco, a veces más lenta de lo que ellos desearían.
Psicológicamente puede ser un momento problemático. En la práctica cotidiana es frecuente encontrarnos con personas que se sienten asustadas, indefensas, inseguras, ya no son enfermas, pero todavía no son “normales”. Igual que hablamos de un proceso de adaptación a la enfermedad, ahora se plantea el proceso de adaptación a la normalidad y, curiosamente, es en este momento cuando algunos pacientes solicitan apoyo psicológico. Son aquellos que no han hecho el proceso de duelo que significa el diagnóstico y tratamiento de una enfermedad que amenaza la vida y es ahora, cuando ya no tienen que dedicar sus esfuerzos, energías, a los tratamientos, cuando se “deprimen” o, mejor, cuando pueden deprimirse y ocuparse de lo emocional.
Este es uno de los momentos en los que se produce muy frecuentemente la demanda de atención psicológica y es una fase importante en la “toma de conciencia” de su sufrimiento psíquico. Es también el momento en el que surgen las grandes preguntas sobre su autonomía-dependencia, su vida afectiva, los proyectos y, por tanto, se abre la posibilidad de un trabajo terapéutico más lúcido.
Esta fase se caracteriza por sentimientos de vulnerabilidad y de incertidumbre acerca del futuro. Es el momento donde puede aparecer con mayor intensidad el miedo a la recaída, lo que conocemos como “Síndrome de Damocles”, siendo éste una entidad psicológica única en la experiencia de los supervivientes, el miedo a que la enfermedad vuelva.
El pensar que la enfermedad puede volver, tener que pasar por todo lo anterior, la incapacidad y la posibilidad de la muerte, es una fuente de estrés crónico que explica el malestar psicológico encontrado en un número importante de pacientes. Estos miedos se intensifican cuando el paciente tiene que acudir a las revisiones. En los días previos a las mismas los pacientes pueden sentir aumento de la ansiedad, dificultad para concentrarse, para dormir, que en algunos casos requiere tratamiento farmacológico. También el miedo y la ansiedad se intensifican ante cualquier síntoma físico, es inevitable asociarlo con la presencia de la enfermedad.
Los objetivos terapéuticos en este momento son:
Brindar un espacio para la expresión de dudas e incertidumbres.
Facilitar un manejo adecuado de la información.
Facilitar la expresión de los miedos y preocupaciones del paciente y su familia.
Dotar al paciente de estrategias para manejar cualquier alteración emocional (angustia y/o depresión)
Facilitar el retorno del paciente a sus actividades cotidianas.
Facilitar la adaptación a las secuelas físicas, psicológicas y sociales que haya podido provocar la enfermedad.
Facilitar la reincorporación a las actividades e intereses significativos para el paciente.
Dotar al paciente de recursos para enfrentar ansiedades y miedos relacionados con el denominado: “Síndrome de Damocles”.
Recidiva Hablamos de recidiva o recurrencia cuando la enfermedad reaparece tras un intervalo más o menos largo libre de la misma.
Esta situación trae grandes repercusiones físicas y sobre todo psicológicas. El paciente se da cuenta de que las posibilidades de tratamiento están más limitadas. Siente que está enfadado, furioso consigo mismo, con sentimientos de culpa por no haber logrado superar la enfermedad y también con el médico por no haber sido capaz
de curarlo, o porque no fue eficaz en detectar el progreso de la enfermedad, lo que significa reencontrarse con sus miedos y la subsiguiente vivencia de fracaso.
Se comenzarán de nuevo los tratamientos, que pueden ser similares a los recibidos o nuevos, lo que significa volver a pasar por los efectos físicos y psicológicos de los mismos. Es frecuente encontrarnos con que el paciente siente rabia, tristeza, ansiedad, angustia, miedo, incertidumbre, rasgos depresivos; siendo la indefensión
-ante la falta de control de la enfermedad- y como consecuencia la depresión, las emociones más predominantes y de mayor intensidad.
Desde el punto de vista terapéutico es una de las situaciones más difíciles de manejar. La persona permanece durante mucho tiempo con el sentimiento de fracaso, verbalizaciones del tipo: “para qué voy a luchar, si no sirve para nada”, “cuando me diagnosticaron pensé que me podía curar, pero ahora he vuelto para atrás… ya no hay nada que hacer”, “pensar que tengo que volver a pasar otra vez por lo mismo…”, son habituales y frecuentes ante la recidiva de la enfermedad.
Cuando se ha decidido la estrategia a seguir, la mayoría de los pacientes son capaces de afrontar de forma adecuada la situación, poco a poco va disminuyendo la ntensidad de las emociones y pueden poner en marcha sus recursos adaptativos. Es importante en estos momentos saber escuchar las quejas del paciente, entender su sufrimiento y tratar de no dar “consejos estereotipados”, que no ayudan en nada a la persona.
El apoyo psicológico en esta fase tiene como objetivos terapéuticos:
Prevención y tratamiento de estados depresivos.
Dotar al paciente y familiares de recursos que faciliten la adaptación al nuevo estado de la enfermedad.
Facilitar la expresión en pacientes y en familiares de miedos y ansiedades relacionadas con este nuevo “shock”.
Brindar un espacio para la expresión de emociones para pacientes y familiares.
Facilitar estrategias de afrontamiento en el paciente para enfrentar nuevos tratamientos y superar la incertidumbre lógica y los miedos a una muerte próxima.
Fase final de la vida En los pacientes oncológicos están aceptados una serie de parámetros que definen esta fase: presencia de una enfermedad avanzada, progresiva o incurable; escasa o nula posibilidad de respuesta al tratamiento activo; presencia de problemas o síntomas intensos y pronóstico vital limitado, entre otros.
Los problemas a los que habitualmente se enfrenta el paciente en este momento son tanto físicos como psicoemocionales. Las reacciones emocionales en esta fase vienen determinadas por la conciencia de la situación que el paciente tenga. Al igual que en las fases de diagnóstico y tratamiento, también ahora puede darse un proceso de adaptación, y en él se distinguen tres momentos importantes:
El del impacto de la situación actual que puede dar lugar a la negación y a reacciones de ansiedad.
El del afrontamiento ante el que se reaccionará con miedo, rabia, ira y un estado de ánimo deprimido.
El de adaptación donde se producirá una disminución de las alteraciones emocionales previas y el paciente pondrá en marcha los recursos personales para disminuir el malestar psicológico.
Se estima que una gran parte de los pacientes logran adaptarse a la situación de enfermedad y muerte, pero no quiere decir que se consiga fácilmente y que todos puedan hacerlo. El proceso es doloroso, largo y con dificultades, y debe convertirse en el objetivo asistencial.
Como vemos, desde el diagnóstico hasta la fase terminal, el paciente oncológico tiene que enfrentarse a múltiples situaciones estresantes que ocasionan alteraciones emocionales de distinta índole e intensidad. En todo el proceso es fundamental el papel de la familia, el apoyo que pueda proporcionarle, así como el equipo asistencial que atiende al enfermo.
Los objetivos de la intervención psicológica son:
Colaborar en el control de síntomas físicos como el dolor.
Detectar y atender dificultades psicológicas que el paciente y su familia pueden presentar (angustia, depresión, problemas de comunicación, entre otros).
Detectar y reconducir necesidades espirituales.
Acompañar al paciente en el proceso de morir y a su familia en la elaboración del duelo.
Prevenir el duelo traumático detectando factores de riesgo.
Identificar y favorecer la expresión del sufrimiento psicológico en el paciente moribundo.
Favorecer la expresión de sentimientos tanto del paciente como de su familia.
Detectar problemas de interacción vincular y prevenir situaciones de riesgo en la familia, sobre todo en el cuidador principal.
Estimular la participación del paciente en la toma de decisiones, evaluando especialmente la información de que dispone.
Favorecer el vínculo médico-paciente acompañando la actuación de los diversos profesionales que forman parte del equipo.
COMO AFRONTAR Y ADAPTARSE A LA ENFERMEDAD El proceso de adaptación a la enfermedad tiene varios frentes y se desarrolla, normalmente, en un período de tiempo largo, en donde, a veces, se deben tomar decisiones en situaciones desconocidas y altamente angustiantes.
El afrontamiento es toda actividad cognitiva y motora que utiliza una persona enferma para preservar su integridad física y psíquica, para recuperar las funciones deterioradas de un modo reversible y para compensar en lo posible cualquier deterioro irreversible. Esta definición recoge los dos tipos de afrontamiento principales: dirigido al problema (la enfermedad) y el dirigido a la emoción (reducir el malestar personal).
La adaptación a la enfermedad desde un punto de vista práctico y vital no es fácil de definir. Podríamos acercarnos a él si proponemos que la adaptación tiene una relación directa con un nivel aceptable de bienestar emocional y calidad de vida sociolaboral, así como la asunción del tratamiento y sus consecuencias físicas, sociales, psicológicas, como una necesidad tras la aparición de la enfermedad.
Hay cinco tipos de estrategias de afrontamiento y su influencia en el curso de la enfermedad. Estos son: Espíritu de lucha, evitación o negación, fatalismo o aceptación estoica, desamparo-desesperanza y preocupación ansiosa.
Debemos tener precaución sobre poner excesivo énfasis en la importancia del papel activo y colaborador del enfermo en la recuperación, ya que puede resultar abrumador y una carga de excesiva responsabilidad, que dificulte precisamente lo que se pretende conseguir.
En algunas publicaciones divulgativas sobre casos de personas conocidas que han sufrido esta enfermedad, parece transmitirse el mensaje de que para curarse basta con querer y poner mucho empeño en ello y poco más, confundiendo y exigiendo al paciente en un momento en que ello puede servir para culpabilizarlo o deprimirlo más. A esto se le llama “tiranía del pensamiento positivo”: “para muchos pacientes, el cáncer es la experiencia más difícil y aterradora a la que se han enfrentado. Todas esas supercherías, que proclaman que si uno no tiene una actitud positiva y está deprimido el tumor crece más rápidamente, invalidan las reacciones naturales y comprensibles de las personas ante algo que amenaza su vida.
INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA Dada la complejidad de la enfermedad oncológica se hace imprescindible su abordaje desde el enfoque biopsicosocial. Adecuamos las técnicas psicoterapéuticas, coincidiendo todas ellas en que “el hombre enfermo no quiere estar enfermo y sufre los síntomas de la enfermedad”
Es fundamental que el paciente mantenga una buena calidad de vida a lo largo de todo el proceso. La intervención sobre los factores psicosociales puede darse en distintos contextos, según el momento de la enfermedad y las necesidades del paciente:
– Apoyo en el proceso de adaptación en las distintas fases de la enfermedad.
– Preparación para la intervención quirúrgica: algunos resultados muestran una mejor recuperación posquirúrgica en pacientes que han recibido previamente intervenciones psicológicas para reducir su ansiedad y sus temores.
– Adaptación a los cambios en la imagen corporal provocados por los tratamientos.
– Afrontamiento del trasplante de médula: es una situación muy estresante física y emocionalmente, es importante preparar al paciente para su tolerancia.
– Reducir la ansiedad, depresión y reacciones emocionales desadaptativas.
– Promover un sentido de control personal y una participación activa en todo el proceso.
– Proporcionar información al paciente o ayudarle a buscarla.
– Facilitar una adecuada comunicación con la familia y el equipo asistencial.
– Manejo de la llamada “situación paradójica” que puede presentarse cuando se comienzan los tratamientos (el paciente que se encontraba bien, suele sentirse peor tras comenzar el tratamiento), o cuando estos finalizan (se sienten inseguros, ya que mientras que lo estaban recibiendo sentían que estaban controlando la enfermedad y cuando finalizan aparece la preocupación por una posible recidiva).
– Facilitar el proceso de adaptación a la “normalidad”.
– Ayudar al paciente a expresar y manejar sus miedos, revisar sus valores, el sentido de su vida y aprender a controlar el sufrimiento. Poder pensar y hablar acerca de la vida y de la muerte. Terapia Psicológica Adyuvante (TPA) Fue desarrollada por Moorey y Greer (1989) como un modelo integral cognitivo-conductual basado en la terapia para la depresión de Beck.
Los objetivos de la TPA son:
Reducir la ansiedad, depresión y otros síntomas psicológicos.
Mejorar el ajuste mental al cáncer favoreciendo un espíritu de lucha positivo.
Promover un sentido de control personal y participación activa en los tratamientos.
Desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas para tratar los problemas de la enfermedad.
Mejorar la comunicación entre el enfermo y la familia.
Fomentar la expresión abierta de sentimientos negativos, sobre todo la ira.
La terapia se centra en el problema o problemas que plantee el paciente, ya sean de tipo emocional, interpersonal o los relacionados con la enfermedad.
El Counselling El counselling es un proceso mediante el que se puede ayudar al paciente a comunicarse y relacionarse mejor con los que le rodean, a entender sus problemas y la forma de afrontarlos, así como mejorar su actitud y motivación para que faciliten el cambio. Entre los componentes claves de este proceso destaca: Proporcionar información.
– Expresión y discusión de sentimientos.
– Mantener o restablecer apoyo social.
– Manejo de las preocupaciones y problemas que pueden surgir a lo largo del proceso.
– Búsqueda de alternativas para afrontar los problemas con el máximo de eficacia y con el menor coste emocional posible.
El counselling es un proceso interactivo que promueve la motivación al cambio desde el respeto a uno mismo y a los demás. Para su puesta en práctica es necesario que el profesional sea sensible hacia el sufrimiento y esté formado para su manejo; que se comprometa a facilitar el desarrollo de una vida digna en las personas a las que atiende, dentro de un marco donde la acogida, el amor y la reconciliación estén presentes.
Como actitudes fundamentales en la relación terapéutica destaca:
– La empatía: comprender y transmitir compresión a la otra persona.
– Congruencia-veracidad, con lo que se vive y se siente.
– Aceptación incondicional, que conlleva aceptar sin reservas y sin juicios de valor la historia del otro así como su modo de vivir.
El counselling se basa en la dinámica de la elección, no en la del control, explorando, preguntando, informando y haciendo reflexionar al paciente para que pueda tomar
las decisiones que considere más adecuadas para él. Intervenciones con los familiares.
Aquí el trabajo consiste en brindar un espacio de contención durante todo el proceso de enfermedad. Las intervenciones son de forma individual y grupal, dependiendo de cada caso y momento. Los objetivos terapéuticos de estas intervenciones son:
Favorecer la expresión y verbalización de emociones, miedos, fantasías de culpa, reproches, etc.
Ofrecer esclarecimiento y orientación en relación con las emociones que se movilizan en esta crisis vital que representa la presencia de enfermedad.
Favorecer la comunicación con el equipo médico tratante.
Detectar factores de riesgo en relación con el duelo patológico en algunos de los miembros de la familia.
Intervenciones con el Equipo Sanitario. También realizamos intervenciones con profesionales sanitarios que trabajen con esta población, así como con equipos multidisciplinares que atiendan pacientes oncológicos. Los objetivos son:
Facilitar recursos y herramientas a los profesionales sanitarios para mejorar su relación con los enfermos: los profesionales sanitarios frecuentemente se encuentran con la difícil tarea de tener que dar malas noticias y manejar situaciones con mucha carga emocional. He intervenido en el proceso de informar, responder a preguntas difíciles y detectar las preocupaciones del enfermo.
Facilitar apoyo emocional al equipo: las situaciones difíciles vividas con los pacientes y sus familias han supuesto un desgaste emocional que he buscado que fuese reconducido para que no afectara negativamente en la labor desempeñada (síndrome de “Burnout”).
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